viernes, 18 de noviembre de 2011

Perdona tu pueblo, Señor

Clavado en una cruz, atormentado, y más que el cuerpo, el alma dolorida, manando redención por esa herida, abierta por la lanza del pecado. Te contemplo mi Dios, crucificado ofreciendo tu muerte por mi vida, mientras tu madre de dolor transida, te ve morir, por todos ultrajado. Abres los brazos a la humana fiera y amplio perdón le ofreces con ternura sin un reproche proferir siquiera. ¡Ay¡ si a tu ejemplo el hombre se rindiera, mostrando así su amor y su cordura, ¡en un Edén el mundo convirtiera!

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